Ana Cano observa las pinturas y el espacio natural de los aborígenes
australianos, y……
La joven pintora y profesora de la Escuela de Cerámica de la Moncloa Ana
Cano, Madrid 1.987, presenta en la planta baja y el acceso a la primera del
singular edificio del diario liberal (liberal de antaño, es decir, casi
progresista) El Imparcial, Calle Duque de Alba 4, una breve, pero intensa
exposición de sus últimas incursiones en el mundo de la pintura y de la
cerámica.
El inmueble para el uso del periódico fue construido en el tercio final del
siglo XIX, se acoge al lenguaje formal del Neoclasicismo tardío, cuando ya
por la Europa avanzada llegaban los nuevos estilos del Modernismo, el Art
Nouveau y la Secesión vienesa, entre otros. En la actualidad sirve de
soporte para una grata oferta de hostelería y restauración, además de
promotora cultural con librería y zona de exposiciones.
Pues ahí, y a lo largo del mes de abril se presentan once telas/papel de
formato medio(70X50cms.) montadas con técnica de collage, composición
en bandejas con elementos que saturan el espacio pictórico, rígidas leyes
de simetría de masas y equilibrio que recuerdan las normas clásicas de
composición, con las que acierta a dar sensación de serenidad y placidez al
espectador. Los objetos plásticos son principalmente geométricos y
sencillos, recortados en tela o papel, o dibujados con trazo caligráfico. La
paleta de colores se nutre de tierras, sienas, rosas, verdes y azules tenues,
el abanico cromático es de baja intensidad, huye de las estridencias. Los
paisajes simbólicos son el tema de la exposición, apoyándose en la
observación de las imágenes de los aborígenes australianos y de sus
espacios naturales. Por razones familiares y de interés personal, el
continente de Australia es visitado con frecuencia por Ana Cano, lo que le
permite adentrarse de modo natural en la narración poética y visual de
sus primeros pobladores. Éstos son poseedores de un importante bagaje
creativo en el campo de lo visual, aunque su cultura sea ágrafa y, por lo
tanto, carezcan de historia y de otras narraciones escritas, así se explica
que la cosmogénesis de su mundo y las expectativas de futuro como
pueblo se recojan en esas imágenes de apariencia ingenua, llenas de
serpientes, piedras, aves y círculos formados con puntos, pero cargadas
de significado y sentido. Se sabe que hablan de algunas alegrías y de
profundas penas, casi todas infringidas por la codicia de los
conquistadores británicos que arrasaron con un modo de vida ancestral y
equilibrado con las condiciones naturales de su medio. Las fuentes
oníricas, utilizadas recientemente en occidente como motor creativo,
fueron desde siempre los sustanciales elementos constructivos de sus
representaciones.
En otras seis tablas de formato algo más esbelto, pertenecientes a una
etapa anterior, se describen espacios montañosos estilizados de orografía
dulce y sensual, donde el conflicto cromático entre gamas frías y calientes
se acomoda a un diálogo entre hermanos bien avenidos ¿quién sabe si se
trata también de paisajes soñados?
Dos platos cerámicos de pequeño tamaño donde se encuentran círculos
con triángulos, en los que los óxidos metálicos impulsados por el aire de la
aerografía y los límites de las plantillas dan los grises y rojos que los
definen, dan cuenta del buen oficio de ceramista que atesora la artista.
La muestra se completa con un sorprendente dado de madera
policromada, completada con asuntos y tinturas en paralelo a lo descrito
en las tablas y en sus geometrías.
Una exposición de visita muy recomendable, tanto por el icónico
contenedor, como por el singular continente de lo exhibido, evocador
porque dice de experiencias sinceras e intensas.
Fernando Ferro, Vallekas abril 2.025